El verdadero milagro

Oscuridad-1024x520.jpgEl verdadero milagro no son los fuegos artificiales, lo impresionante o lo prodigioso. El verdadero milagro es romper el sepulcro; empujar, porque hasta bajo tierra se filtra una ráfaga de luz; mover las losas que te aplastan; entregarse con confianza a unas manos que no ves, que no tocas, que no oyes, pero que sientes como cercanas y amantes, amantes más allá de la muerte de en las muertes que forman todas las vidas.

El verdadero milagro no acontece solo en lo extraordinario de la curación o de la resurrección. El verdadero milagro se esconde tras las señales de Dios en cada día, en lo cotidiano, en lo diario en los rostros con que te cruzas y en el espejo en que te reflejas; en el sagrario, en el servicio desinteresado y en la oración sincera que sube desde un rincón de este mundo que es obra de arte de Dios.

El verdadero milagro es el que da credibilidad a los otros, porque difícilmente tendrá fe quien no experimenta a Dios en su día a día, quien no ha hecho de Cristo su agenda, su diario y su lámpara de mesita de noche, quien no camine acompañado aun yendo solo, quien no hay resucitado después de haber muerto, como todos, tantas veces.

 

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